¿Cuándo supe que estaba lista para tener un segundo hijo?

Balder y Aria

Una de las preguntas que más me hacen últimamente tanto amigas cercanas como conocidos no tan íntimos es que cuándo supe que estaba lista para tener un segundo hijo. No es una pregunta fácil, no os voy a engañar. O al menos, lo que no es fácil es la respuesta. Este post quedaría demasiado corto si ahora dijera que tampoco me lo pensé demasiado, que simplemente me lancé, ¿verdad?… Menos mal que la realidad fue bien distinta 🤭

Una de las cosas que más clara tenía era que no quería dejar que pasara mucho más tiempo entre hermanos. Y es que tenía varios factores que corrían en mi contra para esta decisión.

  1. Que jugaran entre ellos. No quería que se llevaran tantos años como para que el salto generacional impidiera que jugaran y se entretuvieran entre ellos. Dos años y medio me parecía la edad ideal para no volverme loca en el proceso.
  2. Mi Edad. Tuve a Balder con 33 años (bastantes más de los que me hubiera gustado). No podía esperar mucho más para un segundo hijo. Que sí, que hoy en día es lo normal, pero no era lo que yo quería.
  3. Balder era cada vez más independiente. Ya dormía del tirón en su cuarto, comía por sí mismo, se entretenía prácticamente solo… el bebé trampa que siempre había sido estaba evolucionando en un niñito más trampa aún. Y como siempre digo… «una vez has salido del agujero, cuesta mucho volver a entrar» y yo tenía la salida en la punta de los dedos.

Me aconsejaron que esperara un poco más, al menos hasta que Balder fuera a infantil ya que eso haría que fuera más independiente, pero el tiempo seguía corriendo. Mi hijo, por muy bueno que fuera, vivía en esa dualidad de «le encantan los otros niños pero es incapaz de compartir». Y me preocupaba que esa actitud se agravara y no hubiera retorno.

No os lo voy a negar, estuve dudando bastante. Por un lado, estaba segura de que quería una niña. Siempre me he imaginado con una pequeña compañerita de aventuras, una mini yo a la que poder vestir igual que a mí. El miedo a convertirme en una boy mom estaba ahí y durante un tiempo me paralizó bastante. A Balder lo adoro con todo el alma y sé que si hubiera tenido otro hijo lo querría igual, pero en ese momento, para mí, eso era impensable. En mi mente solo cabía la posibilidad de tener una niña… ¿pero y si?

En otro post os contaré el duelo al que me enfrenté porque en la semana 12 me dijeron que sería un niño. ¡Ni os imagináis el drama que fue aquello! Y sí, sé que es una idiotez y que lo que de verdad importaba era que el bebé estuviera bien pero… yo era una bomba andante de hormonas y eso me pasó factura.

Volviendo al tema principal, de repente un día miré a Balder y me di cuenta de lo mucho que había crecido. Como si fuera una conjunción planetaria, todos los puntos que antes me preocupaban se habían alineado para converger en aquel momento. Siempre había sabido que quería más hijos. Yo fui hija única hasta los 10 años y no era algo que deseara para mi familia. Quería que mi hijo creciera sabiendo lo que era el amor, la complicidad y el apoyo de una hermana. Y lo vi claro: estaba más que lista para tener una segundo hijo. Hija, en este caso.

Y cada vez que los veo juntos, que veo cómo Balder quiere a su hermana, cómo la arrulla, le canta o le da sus juguetes cuando está llorando, sé que tomé la decisión correcta.

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